El artículo de esta semana es un extracto sacado del capítulo seis del próximo libro de Patricia “Doce Pulgadas – Cerrando la brecha de cómo se siente usted y de lo que usted sabe sobre Dios.” Disponible en la Internet y en las librerías a nivel nacional en EEUU el 7 de Julio del 2015.
“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (Romanos 8:15)
Muchos de nosotros tenemos diferentes nombres por los cuales la gente nos llama.
Si alguien me llama “Señora Holbrook”, al menos que tengan trece años de edad o menos, el veredicto es simple – no me conocen. Por otro lado, apodos y abreviaciones amorosas son normalmente una demostración de qué tan cercano alguien es de mí.
Tengo este hábito desde hace mucho tiempo: si usted es parte de mi familia o un amigo cercano, normalmente tengo un apodo para usted. Usualmente es uno que la mayoría de la gente que usted conoce no usa. Cuando alguien cambia de conocido a amigo, con gran seguridad ellos recibirán un apodo de mi parte.
No es algo planeado, simplemente pasa y sé exactamente por qué. Mientras más conozco a alguien, más les amo y más cercana se hace la relación. Usted no es sólo alguien a quien veo y saludo al pasar. Usted se convierte en alguien especial para mí, así que yo le doy un nombre especial. Usted me conoce mejor que la mayoría de la gente.
Yo le llamo amigo y eso es importante para mí.
Ciertamente, relaciones verdaderas e íntimas son difíciles de conseguir. Existe una razón para eso – toma tiempo cultivarlas.
No puede esperar acercarse a alguien al menos que usted pase tiempo con esa persona, cediéndose desinteresadamente a usted mismo… y poniendo usted sus propios intereses a un lado.
De la misma manera, en muchos aspectos, relaciones terrenales verdaderas e íntimas reflejan la conexión que deberíamos tener con nuestro Padre Celestial.
Debemos conocerle – como una niña que cubre el rostro de su padre con besos mientras se sienta en sus piernas, sin invitación, simplemente porque ella le conoce.
Debemos conocerle – como mi esposo y yo nos conocemos.
Podemos vernos el uno al otro a través de una habitación llena de gente y sabemos lo que el otro está pensando. Confiamos el uno en el otro porque nos conocemos. De la misma manera, mientras más intimamente conozcamos a Dios, más aprenderemos a confiar en El.
Y nos convertimos en más íntimos con Dios a través de la oración y al estudiar Su Palabra.
Defina orar, por favor.
Usted puede estar pensando – “Bien. Entiendo. ¿Qué más?”
Déjeme contarle que yo pensé que sabía como orar hasta que Dios me reveló la verdad acerca de mi vida de oración hace nueve años. Estuve acostumbrada a adorar y a orar hasta que me dí cuenta que mi vida de oración estaba sufriendo del síndrome de atención deficitaria e hiperactividad.
Tenga paciencia conmigo. De seguro usted se identificará en un momento.
Yo estaba en casa, con una niña pequeña y embarazada de una segunda niña, tan ocupada como una madre de una niña pequeña pueda estar. Yo comenzaba a orar, y en lo que mi oración comenzaba a subir, un pensamiento cruzaba por mi mente y yo movía mi atención rápidamente de Dios a lo que había en mi mente.
Podía sentir que mis oraciones subían en la habitación, tocaban el techo y rebotaban hacia abajo.
Leer la palabra de Dios no era nada diferente. Comenzaba a leer algo y me perdía en mi pensamiento y las preocupaciones del día. Rápidamente y progresivamente, mi vida de oración se convirtió en aburrida y Dios se convirtió en un Creador distante, a quien yo reverenciaba y respetaba, pero con quien yo no podía, en toda honestidad, relacionarlo como un Padre.
¿Puede usted identificarse? Creo que todos los cristianos pasan por una fase como esta en algún momento de sus vidas. Permitimos que las preocupaciones de este mundo nos distraigan. O peor aún, nuestro compañerismo con el Padre se rompe por el pecado conocido y deliberado en nuestras vidas.
Una falta de intimidad con Dios, es nunca, nunca jamás la culpa del Padre. Es nuestra culpa. Y su usted tiene dificultad concentrándose y estando callado delante de Dios, de pronto ustede necesita hacer lo que yo hice.
Ustede de pronto tendrá que encerrarse en su closet.
Por años he escuchado a mi pastor, Dr Charles Stanley hablar sobre su experiencia de orar dentro del closet. El tiene un lugar en su casa y en el ministerio – un cuarto oscuro con tan sólo una almohada y su Biblia, donde el se dedica a pasar tiempo sólo con Dios.
Así que hace ya algún tiempo, cuando mi familia estaba visitando de Brasil, no podía encontrar un lugar dónde orar. Decidí acomodar mi propio closet de oración en la casa – un lugar oscuro donde Dios y yo nos pudiéramos encontrar a solas.
Un lugar de silencio, sin nada, donde calladamente espero que Dios me hable. Así que reacomodé mi closet y me enrumbé en este viaje increíble que cambió mi vida de oración.
Mientras me acomodo en el closet oscuro, le pregunto a El que debo hacer ese día. Más que orar, estoy allí para tener comunión con El, para revestirme de Su presencia.
En el silencio de ese closet, Dios me amonesta, me dirige, me ama.
El closet se ha convertido en “Abba y yo”. Papi y Su niña.
No tiene precio. Transforma el alma.
Pero tengo que decir, no siempre oro en el closet. Y puede que no sea una opción para usted.
Hubo tiempos que mi “closet” era mi auto, durante las horas de tráfico en Atlanta.
O mi camino en el parque.
El punto no es dónde, sino qué.
Vivimos unas vidas tan ocupadas hoy día, que al menos que le demos silencio a El, podemos perder escuchar Su voz.
El habla. ¡TODO! ¡EL! ¡TIEMPO! Pero, ¿Estamos escuchando? La razón por la que muchos de nosotros terminamos “cayendo” a una vida de complacencia espiritual es porque no escuchamos a nuestro Señor.
Verdaderamente, como hijos de Abba, no necesitamos que un pastor o un amigo nos diga cómo vivir. Deberíamos poder escucharlo a El nosotros mismos… y entonces, simplemente obedecer.
Antes de cualquier otra cosa, debemos permitirle a Dios que NOS cambie. Debemos estar quietos lo suficiente como para permitirle a El que nos muestre que hacer en nuestros días.
¡Ajá! ¿No tiene tiempo?
Bueno, si tiene tiempo para ver el próximo episodio de ese show de realidad, usted tiene tiempo para una conversación con Dios.
Si tiene tiempo para hacer ejercicio en el parque, ese es el tiempo perfecto para estar en comunión con El. ¡Tome su “closet” con usted al parque!.
¿Quiere un puente de fe de doce pulgadas que sea fuerte?
Consulte con el arquitecto. El conoce los planos. El conoce sus debilidades. El conoce su mapa genético.
Pase tiempo con el Arquitecto Maestro del plan de su vida. El no se aguanta por mostrarle Su plan maravilloso…
Y Sus maneras…
Y Sus promesas…
Siéntese quieto ante la presencia maravillosa de Abba.
Y luego, esté listo para ser bendecido.
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