“No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; no la conoceréis? Isaías 43:18
Nuestra conversación iba muy bien. Hablamos sobre la escuela de las niñas, el clima y nuestras preocupaciones sobre el país y la economía.
Yo había aprendido a mantener nuestras conversaciones bien superficiales, desafortunadamente. Pero teníamos suficiente tiempo en nuestras manos para lo inevitable. El pasado estaba tocando la puerta y ella tenía que dejarle entrar. Suspiro.
Ha estado alguna vez alrededor de alguien que no puede olvidarse del pasado?
Les encontramos en todas partes y cada familia tiene al menos uno. Ellos arrastran sus cadenas dónde quiera que van. Son esclavos y no lo saben. Son infelices e inevitablemente se convierten en personas amargadas, llenas de resentimiento… y solitarias. Muy. Solitarias.
Son doctores, amas de casas, ricos y pobres. Muchos de ellos se sientan en los bancos al lado nuestro en la iglesia. Conocen a Jesús. Y por diferentes razones elijen permanecer encadenados a la miseria de su pasado. A pesar de que saben que Jesús vino para hacerles libre.
Me duele por ellos.
Pero hablando con la verdad, muchos de nosotros hemos pasado por eso. Yo sé que yo sí.
Por años busqué encontrar una justificación a mi mala actitud y fe superficial. Culpaba mis inseguridades en el matrimonio fracasado de mis padres y mi poca auto-estima por cosas que escuché durante mi crecimiento. Atribuía mis celos al novio que me fué infiel y mi renuencia para dejar los malos hábitos al hecho de que yo venía de una cultura diferente.
Culpa, culpa, culpa. Conectado a las cadenas que nos mantienen atados al pasado se encuentra el Monstruo de la Culpa. Y lo alimentamos cada vez que arrastramos el pasado, permitiéndole robarnos de un presente y futuro abundante y victorioso.
Honestamente, no es fácil deshacerse del pasado. Y no puedo comparar justamente mi dolor y sufrimiento con historias terribles que yo haya escuchado. Pero independientemente del tamaño de nuestro dolor, eventualmente debemos ser confrontados con dos preguntas simples:
“Estoy dispuesto a dejar el pasado?”
Y
“Puede Dios re-escribir CUALQUIER historia?”
Algunas veces es más fácil revivir el pasado porque para poder confrontarlo debemos entender nuestra responsabilidad sobre nuestro destino. Por supuesto, hay cosas que pasan que están completamente fuera de nuestro control: Un niño nunca hace nada para merecer ser abusado. Ni tampoco es la culpa de uno si uno de los padres abandona el hogar, abandonando a su familia.
Sin embargo, hay heridas del pasado provocadas por uno mismo, lo cual es muy difícil de confrontar. Es más fácil culpar a mamá o papá… o al ex-esposo o ex-esposa… que mirar en el espejo, elegir a mirar hacia adelante y tomar posesión de nuestro destino.
También está el hecho que nos hemos acostumbrado a vivir en esclavitud. Puede que hayamos culpado al pasado por tanto tiempo que no sabemos cómo funcionar sin la disfunción!
A lo largo del tiempo, el mensaje bíblico de restauración es el mismo: “Yo puedo re-escribir tu historia. Cualquier historia. Tan sólo si estás dispuesto a dejar el pasado.”
Así como El hizo con la mujer junto al pozo quien no miró atrás a los años de promiscuidad… sino que fué y compartió su historia de redención en la ciudad.
Así como El hizo con José, quien no se apegó a los años de esclavitud y prisión, sino que miró hacia adelante para que las promesas de Dios reveladas en un sueño se cumplieran.
Y así como hizo con la mujer del alabastro, quien vertió su pasado y su dolor a los pies del Salvador… El que le podia dar esperanza de un nuevo futuro.
El dice: “Vine para que tengan vida y para que tengan vida en abundancia.”
El no ofrece borrar el pasado, sino sanarnos y restaurarnos si tan sólo estamos dispuestos a cortar las cadenas del pasado y dejarle ir.
Esa es la parte de nuestra historia que está absolutamente y sin duda alguna en nuestras manos. Nadie lo puede hacer por nosotros. Debemos elegir entre dejar el pasado donde pertenece para poder recibir el futuro abundante que Dios tiene para nosotros.
Reflexión:
¿Alguién le hizo daño? Por su propio bien, libérele a él o a ella! Hay sanidad disponible para usted, si tan sólo usted abriera las cadenas de responsabilidad y culpabilidad y extendiera a otros la misma gracia y perdón que Jesús le dió al pie de la cruz.
¿Se equivocó y perdió la oportunidad de recibir lo mejor que Dios tenía para usted? El tiene un nuevo “mejor” para usted si está dispuesto a pedirle que le perdone y que le muestre el camino. El es un Dios de segundas, terceras y mil oportunidades!
“¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia.” Miqueas 7:18
“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” Filipenses 3:13-14
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