AJC 02.24.15 001Me dolía el cuerpo con cada paso que daba. Sentía dolor en músculos que no recordaba que tenía. Los efectos de mi primera ida al gimnasio en meses eran ciertamente dignos de recordar. Me hizo recordar que mis músculos no habían sido ejercitados en mucho, pero mucho tiempo.

Dicen que una vez que uno entra en la rutina, hacer ejercicios es realmente divertido. Vagamente recuerdo haberlo disfrutado hasta los ocho años de edad, cuando varios problemas de salud y grandes cirugías me mantuvieron alejada del gimnasio por muchos meses. Desde entonces, hacer ejercicios se ha convertido en una necesidad, no en un placer. Sé que para ser fuerte debo entrenar estos músculos débiles que poseo.

“Sin dolor no hay ganancia”, recita el famoso dicho. A pesar de detestar este dicho, sé que es verdad.

El antiguo proverbio de Benjamin Franklyn puede ser fácilmente aplicado a nuestro andar en la fe. Los hombres y mujeres más fuertes en esto de la fe, que han caminado e impactado la sociedad para bien, tuvieron que ejercitar los músculos de su fe aún a través de las más duras circunstancias. Grandes libros de no-ficción están usualmente escritos con la sangre de aquellos que imparten las enseñanzas desde adentro; y uno no debe de pasar por alto el hecho de que la gente que conocemos y que impactaron más nuestra fe son usualmente aquellos a quienes vimos caminar a través de los valles más oscuros y que aún permanecen en la fe imperturbable.

Cuando se trata de las dificultades de la vida, lo que nos derrota no son necesariamente las pruebas que enfrentamos sino nuestra actitud hacia ellas. Con frecuencia tratamos al ejercicio de la vida con la misma falta de resistencia que tenemos cuando vamos al gimnasio. Realmente muchos de nosotros nos volteamos contra Dios cuando las cosas se ponen difíciles, culpándole a El por el dolor que sentimos sin entender que nuestras pruebas son herramientas que El usa para moldearnos, fortalecernos y refinar nuestra personalidad.  Si le negamos a Dios el derecho de usar cualquier herramienta que el escoja para fortalecernos, perdemos la oportunidad de crecer espiritualmente y emocionalmente. El resultado sobre nuestra fe es el mismo que el resultado sobre el grupo de músculos de nuestro cuerpo: Nuestro testimonio se debilita poco a poco. Por otro lado, vemos ejemplos a través de la historia y en medio nuestro de gente que ha permitido que Dios los moldee mientras pasaban por circunstancias difíciles. El resultado es una lista de gente que ha cambiado al mundo y han hecho historia, quienes impactaron al mundo porque permitieron que sus pruebas fortalecieran sus personalidades y purificara sus corazones. Sus voces hacen eco en la historia. Su fuerza inspira a muchas generaciones. Sus nombres pueden ser muy famosos, como Anne Frank, Hellen Keller, Winston Churchill, o Charles Spurgeon. Pero también existen héroes anónimos: Abuelas y abuelos, vecinos y maestros, a quienes hemos visto caminar por los valles más oscuros y salir con un testimonio fuerte de la lealtad y bondad de Dios durante todo su andar.

No tengo ganas de ir al gimnasio hoy. De verdad que me gustaría mucho más sentarme a comer popcorn y ver una película. Pero se muy bien, que si no persevero, mis músculos nunca volverán a fortalecerse de nuevo. Igualmente, si quiero que Dios se mueva de manera poderosa en mi vida, debo dejarle que forme, fortalezca y moldee mi personalidad a través de las pruebas que enfrento. Duele y no me gusta. Pero cuando veo las cosas tan maravillosas que El ya he hecho, elijo decirle a mi corazón que siga confiando porque yo sé que sus planes para mi son de bienestar. El nunca me ha fallado.

Subscribe To Our Newsletter!

Subscribe To Our Newsletter!

Join our mailing list to receive the latest news and updates from our team.

You have Successfully Subscribed!