bad attitudePasaje: Hebreos 12:5-13

Versículo Clave: “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.”

La pequeña tenía 7 años de edad. Lo suficientemente grande para saber lo que hacía. La observé por un rato. Era inteligente y bella. Su mamá estaba sentada al frente de ella y observé como la pequeña respondía bruscamente a cada comentario hecho por la madre.

Mis hijas observaban, fascinadas. Yo esperaba que la madre se parara y arrastrara a la pequeña diva al baño. En cambio lo que pasó fue que el tono ofensivo de la hija empeoró. Se tornó más fuerte. Más feo.

Me tuve que parar e irme.

¿Alguna vez ha visto una escena como esta?

Me desconcierta la actitud de los niños hoy día. Pero mi desconcierto no se enfoca necesariamente en los niños. Concierne a mamá y papá.

Creo que estamos criando una generación pacificada por iPods, iPads y el canal Disney. Invariablemente, sus actitudes cuadran con lo que vemos en algunos de los programas de television, donde los padres son representados como patéticos o estúpidos y los niños son quienes mandan.

¿Soy yo o estamos equivocándonos en algo?

Pareciera que entre los tiempos de mi infancia y los de hoy, gran parte de la sociedad perdió el balance entre disciplina y gracia. Me temo que la gracia ha sido reemplazada por indulgencia absoluta. Los padres parecen temer el perder el amor de sus hijos si los disciplinan. Peor aún, muchos parecen pensar que obtienen el respeto de sus hijos al actuar como amigos.

Pero me atrevería a decir que es al revés.

Creo que las malas actitudes de muchos niños  son un lloro por disciplina. Ciertamente, los niños quieren saber que sus padres les aman tanto que les disciplinarían cuando hacen una mala decisión o cuando su actitud necesita corrección. Los niños requieren tanto de una disciplina amorosa como requieren de gracia.

En Hebreos 12:5-13, el autor habla de la disciplina de Dios hacia sus hijos y la compara con la corrección que un padre amoroso debe proveer. La palabra disciplina en este texto se traduce con frecuencia como “castigo”, literalmente significa “entrenar al niño” y no se debe confundir con el castigo de alguien quien juzga.

Castigo en este contexto es la actitud de un padre piadoso. No de un juez.

Nuestro Padre celestial nos castiga cuando tercamente elegimos rebelarnos contra El. El nos permite acarrear las consecuencias de nuestras malas acciones, no como un juez, sino como un Padre amoroso que anhela ver a sus hijos crecer y convertirse en aquello para lo cual El nos diseñó.

 

El ciertamente espera que nosotros hagamos lo mismo con los preciosos hijos a quienes nos ha encargado cuidar.

Y luego hay gracia. Gracia maravillosa, que todo lo perdona, que todo lo restaura.

No hay nada más dañino para un niño que recibir disciplina sin gracia. Esto ocurre cada vez que un padre le pega a un niño con rabia, o cada vez que un niño es disciplinado injustamente. Es importante que nuestros niños entiendan la razón de la disciplina. Es aún más importante que ellos entiendan que usted les ama incondicionalmente. Ellos necesitan saber que están siendo disciplinados no con rabia u odio, sino con amor.

A fin de cuentas, ¿no es el punto de una disciplina piadosa el entrenar y enseñar?

Te amo demasiado para dejarte tal cual como eres…

Ellos necesitan saber que usted les ama cuando traen las mejores notas del colegio, así como cuando traen las peores notas.

Nuestro mensaje como padre no debería ser: “Te amo SI (…)”. En su lugar, nuestras acciones y palabras deberían decirle “Te amo, A PESAR DE (…).”

Te amo a pesar de tu actitud… pero te amo demasiado para dejarte seguir actuando así.

Te amo a pesar de tus malas notas… pero te amo demasiado para permiterte que no des lo mejor de tí.

Te amo demasiado para dejarte hacer las cosas que te harán daño… aún si esto te hace enojar…

Te amo demasiado para dejarte que te vistas de cierta manera… aún si me hace una madre “nada popular”…

Te amo tanto que necesito decir no… a pesar de que las mamás de todos tus amigos dicen si…

Es un balance muy delicado mi amigo. Parece mucho más fácil dejar que las cosas pasen…

Es trabajo muy duro. Y a veces hasta parte el corazón.

Sin embargo, si queremos criar hombres y mujeres que impacten a su generación en gran manera… si queremos criarlos para que obedezcan a Dios y así reciban lo mejor de El en sus vidas, debemos enseñarles a obedecer.

A fin de cuentas, si ellos no aprenden a respetar y obedecer a sus padres terrenales, ¿cómo aprenderán a honrar a su Padre celestial?

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