Miré el reloj y me puse muy impaciente. Había estado sentada en la sala de espera de la oficina del doctor por casi una hora. Sabía que el tráfico horroroso de Atlanta me acompañaría hasta llegar a casa. Si esperaba un rato más, de seguro iba a estar tarde para enfrentar este tráfico. Después de lo que aparentó ser una hora, el doctor finalmente abrió la puerta y escuché mi nombre. Después de haber chequeado con la enfermera, fui escoltada a la habitación donde el doctor me vería.
Esperando de nuevo.
Un año. Había pasado un año desde mi última visita. Mientras miraba alrededor mío dentro de la misma habitación, me acordé de mi ultimo chequeo después de haber tenido cáncer y la paz que sentí. Las palabras del doctor aún resuenan en mis oidos: “El chance de que el cáncer regrese es tan sólo de 2-3%.”
Entonces sentada, con estadísticas en mente, esperé por el doctor con la misma paz y seguridad que tuve el año anterior.
Cuando la puerta se abrió y vi el rostro del doctor, toda impaciencia se disipó. De pronto, nada más importaba.
“El escáner CT muestra un área de desarrollo en el lugar dónde el cáncer fue removido. Vamos a tener que ver las imágenes actuales, pero probablemente necesitemos repetir el escáner en seis meses. En estos momentos, no puedo confirmar que el cáncer no haya regresado. Y no queremos exponerle a más radiación tan pronto.”
¿Seis meses?
Me sentí como una tonta por ser impaciente al esperar por una hora. Felizmente esperaría otra hora, o dos. De verdad, no hay problema. Lo prometo.
¿Pero esperar para saber si el CANCER ha regresado o no? Ese tipo de espera. No, no creo que pueda.
Al menos no por mis propias fuerzas.
El Viernes no comenzó muy bien. El día siguiente a la incertidumbre no es nada mejor que el día de las malas noticias. Estaba muy triste. Desanimada. Confundida.
Pensaba que el terrible caminar con el Gran C había alcanzado su propósito en mi vida. Pensé que se había acabado. Y creáme, sigo confiando que así es. Pero el prospecto de cáncer es algo que causa susto aún hasta en el más fuerte de los creyentes.
No me juzgue. Si no ha pasado por esto, realmente usted no sabe.
Conozco todos los versículos correctos. Sé cuáles son las respuestas correctas. Escribí un libro de cómo mantener la fe a pesar de las circunstancias, y gran parte de mi viaje con el cáncer está resaltado allí.
YO SE cómo se supone que responda.
Pero cuando a uno le dan malas noticias… o le dicen que debe esperar para (posiblemente) escuchar malas noticias, todo ese conocimiento vale nada… Al menos que usted invite a Dios a cerrar esa brecha… y llenar ese vacío con Su paz sobrenatural. Y eso fue lo que El hizo este Viernes pasado, mientras yo entraba en el closet debajo de mis escaleras, más conocido como mi cuarto de guerra.
Estaba atravesando por la tormenta, es busca del Ojo del Huracán – artículo que escribí para el periódico Atlanta Journal Constitution la semana pasada. ¿Dios tiene un sentido del humor, o qué?
Allí, en el closet, mientras aquietaba a mi mente y derramaba mi espíritu ante el Padre, El rescató mi alma de la derrota.
El me llevó a mi versículo favorito en la Biblia (¡a veces deseo haber elegido uno diferente!) y me recordó:
“Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.” Isaías 40:31
Y El susurró: “Sigue leyendo…”
Sentada allí, en el ojo del huracán, las palabras de Isaías me alentaban nuevamente. El capítulo 41 había sido marcado, subrayado, y manchado con lágrimas de viajes anteriores. Me acordé de esas circunstancias cuando Dios prometió liberarme… y lo marqué… reclamé como verdad… y lo experimenté como un hecho:
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” Isaías 41:10
Si, alma mía. Has estado allí… muchas veces… probado y comprobado. Una vez y otra vez.
“En las alturas abriré ríos, y fuentes en medio de los valles; abriré en el desierto estanques de aguas, y manantiales de aguas en la tierra seca.” Isaías 41:18
Si, Señor, lo has hecho. Y lo sigues haciendo.
Aún hoy día.
Mientras. Yo. Espero.
En la sala de espera de Dios, existe sin duda lugar para la impaciencia y el temor. Pero lo que he aprendido es que esos dos ladrones-de-gozo solo ENTRAN… SI yo los dejo.
Porque ciertamente puedo elegir alimentar mis temores con un montón de galletas en la casa… (¡Creáme, lo he hecho anteriormente!)
Y puedo ciertamente elegir alimentar mis temores con pensamientos sin sentido y actividades carnales…
O… puedo recordar Su liberación y guianza en el pasado… Y elegir ver que la sala de espera de Dios tiene un propósito.
Se supone que sea un lugar callado, y sin embargo, un lugar donde la vida no para. Un lugar de Reflexión, Oración, Fe y Descanso, pero también un lugar donde continúo haciendo lo que Dios me ha llamado a hacer… Un lugar donde puedo seguir volando hasta que El me ayudé a REMONTAR.
Por lo tanto, hoy, a pesar de que no me guste, elijo esperar.
No por la llamada del doctor…
O por un buen resultado del exámen…
Pero espero en mi Dios, permitiéndole a El moldearme en el proceso, una vez más… confiando que, así como El hizo en el pasado, El me librará, fortalecerá, y trabajará todos los detalles para mi bienestar… y Su Gloria.
Una.Vez.Más.
Está bien con mi alma, Padre.
PUEDO esperar en TI.
Porque TU me diseñaste para remontar. Y remontar, he hecho.
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; Aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza.” Salmos 46:1-3
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